In 1981 32.8% of Cuban women were active in the labour market. By 1990 the number had grown to 42.2%. In the next six years, as Cuba passed through a severe economic crisis, the figure shrank again by 4.5%. As the economy recovered, the proportion of women employed grew rapidly, reaching 60% by 2008. However, 70% of these women were employed in the state sector where, according to Cuban academics Dayma Echevarría and Teresa Lara, ‘like the great majority of women in the world, they were employed in the activities society typically assigns to women: feeding, caring, teaching and serving”. Despite these figures, only 37% of those in employment are women, and the economic changes being implemented since 2010 threaten to worsen their position: many of the state sector positions being cut are held by women, while few of the new positions in small-scale private enterprise, agricultural cooperatives and self-employment will go to women.
Estudian, trabajan, atienden a sus familias, disfrutan de los mismos salarios que los hombres por igual trabajo y son mayoría en las aulas universitarias, entre otros espacios.
Repartidas en múltiples proyectos y funciones de la vida cotidiana, las cubanas son un abanico de historias distintas, pero también casi la mitad de la población y más del 40 por ciento de las jefas de hogares.
Profesionales o no, con instrucción media o alta, casadas o solteras, madres con compañía o mujeres solas, trabajadoras más o menos exitosas en la vida laboral y pública, todavía viven con desventaja al interior de sus hogares.
Allí siguen llevando el peso mayor de la vida doméstica y el cuidado familiar, lo que también las limita para superarse profesionalmente y a la hora de acceder a puestos de responsabilidad.
De muchas formas, ellas son parte de la vida en esta isla del Caribe donde, sobre todo desde 2010, se hacen modificaciones económicas y sociales al proyecto cubano.
Unos a prueba, otros aún pendientes y algunos apenas comenzando, los cambios apuestan a ganar en eficiencia y productividad.
Bajo el nombre de “actualización del modelo económico cubano”, la reforma incluye, entre otros pasos, mayor autonomía a la empresa estatal y los gobiernos locales en el manejo de recursos y la toma de decisiones, ampliación y modificación del sistema tributario, así como el paso de los subsidios universales a otros focalizados en familias, personas y grupos de menos ingresos, manteniendo el acceso gratuito a la educación y la salud.
Conlleva también la expansión de las cooperativas agrícolas y de otros sectores, la entrega de tierras en usufructo para la producción individual y de las cooperativas, y la ampliación del trabajo por cuenta propia, incluidos sus vínculos comerciales con el Estado, la posibilidad de contratar fuerza de trabajo, acceder a créditos o alquilar locales -estatales o personales-, entre otros aspectos.
A la par, el reajuste del empleo supone la salida de aproximadamente un millón 300.000 personas del sector estatal hasta 2015, para eliminar puestos de trabajo innecesarios.
Sin embargo, especialistas alertaron desde un inicio que este proceso de redimensionamiento del empleo podría impactar de manera diferente a mujeres y hombres, en detrimento de las primeras, a juzgar por situaciones anteriores vividas en la isla.
Partían de que las mujeres son mayoría entre las plazas que se reducen y, aunque se parta del principio de la idoneidad demostrada, podrían ser más vulnerables.
A juicio de la doctora Norma Vasallo, psicóloga y presidenta de la Cátedra de la Mujer de la Mujer de la Universidad de La Habana, una de las alternativas para compensar la situación podría ser el estímulo a la incorporación al trabajo por cuenta propia, sobre todo en actividades agrícolas.
“Pero en este sector la presencia femenina es escasa, solo 17,4 por ciento, debido entre otras razones a que esta actividad es considerada tradicionalmente masculina, tanto por mujeres como por hombres del sector”, comentaba a SEMlac al momento de enunciarse estas medidas.
¿Dónde estaban las mujeres?
Detrás del impacto que van teniendo las reformas económicas pesan también otros aspectos no conectados precisamente con esas transformaciones en curso.
“Siempre parto de preguntar dónde estaban las mujeres antes de aplicarse las medidas”, insiste a SEMlac la economista Teresa Lara. “De la respuesta a esa interrogante nace parte del recorrido que ellas hacen en la actualidad”, asegura.
Con una presencia creciente en el sector estatal -durante años el predominante en la isla-, y amparadas por políticas que han propiciado su participación económica y social, las cubanas habían mantenido un incremento sostenido de la tasa de ocupación.
Si bien en 1981 la tasa de actividad femenina en la economía cubana era de 32,8 por ciento, según el Censo de Población y Viviendas, para 1990 alcanzaba el 42,2 por ciento.
Ese año marcó el comienzo de la más severa crisis económica y el empleo de las mujeres empezó a decrecer notablemente.
Las políticas gubernamentales trataron de preservar sus ventajas laborales, pero el giro en la economía marcó el regreso de muchas al hogar y el despliegue de estrategias diversas para obtener ingresos personales y garantizar el sostén familiar.
Como resultado, el llamado “período especial” impactó en mujeres y hombres, aunque ellas salieron del empleo remunerado en mayor proporción y por mucho más tiempo. Entre 1990 y 1996 la tasa de participación decreció en 4,5 por ciento en las mujeres y 4,4 en los hombres.
Pero esos niveles se fueron recuperando en la medida que la economía lo fue haciendo. En la última década, la tasa de actividad económica femenina ha superado el 50 por ciento y sobrepasado el 60 por ciento después de 2008, de acuerdo con datos del último Anuario Estadístico, publicado por la ONEI el pasado año.
Las medidas de reajuste laboral anunciadas en 2010 se toparon con un escenario donde el 70 por ciento de las mujeres ocupadas lo estaban en el sector estatal, pero las ocupadas en el país apenas representaban 38,12 por ciento del total, según la misma fuente.
Las cubanas sumaban más del 60 por ciento de la fuerza laboral técnica en el ámbito estatal y tenían determinada presencia en sectores tradicionalmente masculinos como minas, canteras, electricidad gas y agua.
Pero, realmente, seguían siendo mayoría en el sector terciario, del comercio y los servicios, concentradas fundamentalmente en educación, salud, servicios personales, sociales, finanzas y seguros.
“Las mujeres cubanas, al igual que la gran mayoría de las mujeres en el mundo, salieron al ámbito público para realizar aquellas actividades que la sociedad les asignó por ser mujeres: alimentar, cuidar, educar, servir”, sostienen la socióloga Dayma Echevarría y la economista Teresa Lara, en “Cambios recientes: ¿oportunidad para las mujeres?”, artículo del libro Miradas a la economía cubana. El proceso de actualización, publicado en 2011.
Al estar fundamentalmente en los servicios, sector de menor remuneración, que sufre más directamente las restricciones económicas y donde paulatinamente habrá más reducciones de empleo, ellas estaban en “desventaja relativa, con respecto a los hombres, para beneficiarse de los cambios previstos en el empleo”, al decir de las expertas.
A la vez, “un número de mujeres parece perderse en el camino, cuando se contrastan las estadísticas”, reitera Lara a SEMlac.
Por un lado decrece el número de ocupadas y por otro se incrementa desde 2009 el grupo de las que están en “otra situación”, que no estudian, trabajan ni buscan empleo.
Los últimos datos de la ONEI indican que las cubanas suman apenas 37,4 por ciento de las personas ocupadas, índice que bajó no solo porque salieron del empleo poco menos de 24.000 mujeres, sino también porque los hombres se incrementaron en más de 49.000.
Dentro del grupo de las ocupadas, 16,5 por ciento se insertan como cooperativistas y 13 por ciento lo hacen en el sector privado. En total suman apenas el 24,49 por ciento en todo el trabajo por cuenta propia.
En esencia, los datos no muestran aún cambios de peso en la estructura del empleo que favorezca particularmente a las mujeres. Las especialistas apuntan que en ello influye, también, que “aún las modificaciones en la política del empleo no promueven transformaciones en los estereotipos de género”.
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